Llegaste a mi vida para cambiarla por completo, para darle ese toque de color que le faltaba... para darle esa alegría que tu desprendes.
Los dos sabemos que las cosas han cambiado mucho y que ahora tienes responsabilidades y cosas por las que preocuparte, cosa que te agota continuamente, pero siempre te las apañas para ir subiendo escalones día tras día y dejar atrás los obstáculos. Admiro tu ser, admiro la paciencia que tienes conmigo y tu fuerza para seguir adelante con todo aunque a veces tengas tus bajones, como todo el mundo... Pero existe una pequeña diferencia: que tú no eres como todo el mundo.
Tú eres distinto amor, tienes algo especial que nadie sabe y que solamente yo puedo apreciar con claridad desde el primer momento que vi tus ojitos adormilados en esa clase abarrotada de la sele. Tus ojos tienen un brillo especial que hace que no puedas dejar de mirarlos, una mirada que te deja embobada y hace que olvides todos los problemas, una inocencia que sólo yo sé lo rota que está... y unos demonios apaciguados pero que no están muertos. Aunque adore tus ojos, lo creas o no, lo mejor de ti es que eres inexplicable. Vas y vienes, vienes y vas, te derrumbas, explotas de felicidad, rabias como un perro, lloras como un niño, te ahogas en gritos, quieres como nadie, frío como el hielo, cálido como el fuego, comprensivo a rabiar, tonto como él solo, fuerte pero frágil, imperfecto pero perfecto, niño, adulto, maduro, inocente, juguetón, cariñoso... No acabaría, y el no poder describirte de forma sencilla es lo que te hace especial, inexplicablemente especial.
Para tus veinte años voy a pedirte un par de cosas que espero que las acabes cumpliendo tarde o temprano porque serán un verdadero regalo para ti, allá voy. En primer lugar, te pido que aprendas junto a mí a quererte, a saber lo mucho que vales tanto para los otros como para mí, a no dejarte hundir por nada ni por nadie, a no dejarte engañar y, sobretodo, a no perderte. A saber apreciar todo lo bueno que tienes por ofrecer al mundo, y a aprovechar lo bonachón que eres, pero en este caso, serlo contigo mismo. Por último, que aprendas a ser libre y darte tu propio tiempo y espacio, sin presiones ni remordimientos. En segundo lugar, te pido que me sigas ayudando cada día a crecer como persona, a darme cuenta de mis errores y aprender a corregirlos, a madurar junto a ti y a aprender contigo. Quiero que sigamos complementándonos y, por favor, que no dejes de confiar en mi para todo lo que te ocurra, sea malo o sea bueno. Quiero que no me hagas daño ni dejar que te lo haga yo a ti y, por encima de todo, quiero que nos queramos incondicionalmente sin importar nada ni nadie. Para acabar, voy a pedirte algo más complicado pero no imposible que espero que no te resulte muy difícil cumplir... Así que nada, ahí va: nunca me prives de verte sonreír, mi peque.
Feliz cumpleaños amor.